lunes, 1 de noviembre de 2010

Costumbre y miedo

Las veces que conté las posibilidades de quedarme solo, fueron las mismas veces que me acostumbré a estar en tu compañía, en tu ruido, en tu vacío, en tus besos, en tu respirar. Hoy prefiero estar solo, en silencio, rodeado de mi, con mis labios carentes y resecos. Es mejor así.

El beso azul de la noche
no lleva los platos a la mesa.
El mantel insípido,
en llamas junto a la biblioteca
quema los libros
y las fotos en cajas de cartón.
Agua de tus ojos
escondidos a contra luz
van sin prisa hasta la pared
donde dejas una marca de euforia en rojo.
Desolación.
Al menos ha disminuido el fuego.
Otra sombra en el piso.
Nos tomamos de la mano
y vamos sin cena, sin libros, sin amor.
Es hora de descansar

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando nos volvemos cotidianos, y cae lo crocante de los besos en la obviedad de lo conocido, cuando el misterio se vuelve solo una palabra, cuando la urgencia se sienta a zurcir lágrimas comodamente y si apuro, es que hemos cedido a la costumbre de sabernos extraños... pero qué hacer? quién tiene la culpa? dónde está el pecado? Cabe otra posibilidad luego del desgaste?
Brillante y aguda reflexión en la que me embarca tu hermoso poema.

Beso