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Quienes salen de una relación en la que el sufrimiento parecía darle vida a los mejores momentos (son los momentos, esos, lo que siempre recuerdan) siempre terminan en el círculo vicioso de las pesadas y trágicas-decadentes novelas de pareja.
¿Qué sucede cuando se encuentran victima-victima y no victima-victimario?
La respuesta se hace sencilla: competencia.
En doble drama se expande, pero en general, siempre habrá quien sufra más el desvelo de las relaciones dañinas, ¿quién?... otra respuesta sencilla: el que se enamora.
Hay quienes (y vamos de nuevo a lo del condicionamiento) se encuentran con parejas excepcionales; bien equilibradas, estables, con orden, bien vestidas, carácter controlado, quienes son razonables y les gusta salir de las discusiones bajo acuerdos que benefician a ambos. Pero si ese “quien” es alguien que ama las relaciones dañinas, obviamente sucumbirá ante esta maravillosa y armoniosa estabilidad, para buscar el sufrimiento, el encierro, el ser poseído por un hombre o una mujer (cada caso correspondiente) para que le haga sufrir, para crear el drama.
Dos factores importantes, que considero en este tipo de relaciones son la baja autoestima, y los celos (o inseguridad como le llaman algunos para disfrazar y hacer menos drástico el término).
Los celos-inseguridad realmente es la punta del lápiz que raya todo lazo de estabilidad y belleza entre las parejas que se dedican a este tipo de unión, sin saberlo -y digo sin saberlo no porque desconozcan, sino porque se hacen lo idiotas ante ello-.
Entonces, ¿es esto la búsqueda constante de relaciones que impliquen sufrimiento (y a veces maltrato –cuestión de la que trataré quizás en otra oportunidad, ya que es extenso y complicado a mi experiencia), o el camino dentro del círculo vicioso?
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