domingo, 25 de septiembre de 2011

Sobre relaciones dañinas o círculos viciosos

 Algunas personas se ven siempre condicionadas a ese tipo de relaciones que les produce daño; más cuando se encuentran así victima y victimario, la mezcla se hace perfecta y armoniosa.
Quienes salen de una relación en la que el sufrimiento parecía darle vida a los mejores momentos (son los momentos, esos, lo que siempre recuerdan) siempre terminan en el círculo vicioso de las pesadas y trágicas-decadentes novelas de pareja.
¿Qué sucede cuando se encuentran victima-victima y no victima-victimario?
La respuesta se hace sencilla: competencia.
En doble drama se expande, pero en general, siempre habrá quien sufra más el desvelo de las relaciones dañinas, ¿quién?... otra respuesta sencilla: el que se enamora.

Hay quienes (y vamos de nuevo a lo del condicionamiento) se encuentran con parejas excepcionales; bien equilibradas, estables, con orden, bien vestidas, carácter controlado, quienes son razonables y les gusta salir de las discusiones bajo acuerdos que benefician a ambos. Pero si ese “quien” es alguien que ama las relaciones dañinas, obviamente sucumbirá ante esta maravillosa y armoniosa estabilidad, para buscar el sufrimiento, el encierro, el ser poseído por un hombre o una mujer (cada caso correspondiente) para que le haga sufrir, para crear el drama.
Dos factores importantes, que considero en este tipo de relaciones son la baja autoestima, y los celos (o inseguridad como le llaman algunos para disfrazar y hacer menos drástico el término). 
Los celos-inseguridad realmente es la punta del lápiz que raya todo lazo de estabilidad y belleza entre las parejas que se dedican a este tipo de unión, sin saberlo -y digo sin saberlo no porque desconozcan, sino porque se hacen lo idiotas ante ello-.
Entonces, ¿es esto la búsqueda constante de relaciones que impliquen sufrimiento (y a veces maltrato –cuestión de la que trataré quizás en otra oportunidad, ya que es extenso y complicado a mi experiencia), o el camino dentro del círculo vicioso?

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Partes...

Quiebro las ventanas para que entre la brisa,
también por mis venas el soplido abundante
del líquido agridulce.
respiro,
me encuentro en partes,
muero en partes,
entienrro las partes en cajitas de pastillas para dormir
y me vuelvo a encontrar a la mañana siguiente,
intacta, despierta, con los ojos mas grandes
y la piel más caprichosa.

martes, 6 de septiembre de 2011

Tan sencillo como entender a las mujeres

El asunto no es poner en juicio el comportamiento de las mujeres. Pero es que no es cosa de “no entiendo a las mujeres”, las mujeres también usamos esa frase para los momentos desorganizados con los hombres. Contrarrestar el efecto de entender con el término “aceptar” es dejarse llevar por las necedades y locuras de uno u otro, bajo cualquier género dentro de la misma raza, porque en otra raza todo funciona bajo un sistema de organización que no pretende ni tan siquiera el uso de muebles y lujos (obviamente, la raza animal, que no es necesario explicar pues ya está claro que quien lo haya visto, hasta en TV, puede saber que no es igual, no tiene nada de difícil y todo es proceso que fluye)
Pero veamos, el hombre dice “quiero verte” a lo que ella responderá “yo también”… primer acuerdo finalizado en paz. El segundo paso comienza a complicar las cosas: “ok amor, pero si vamos a vernos no quiero que me lleves a un hotel, quiero salir y ver el sol, el día… ¡Llévame al cine, anda!” (…) ¿Al cine? Y dice que quiere ver la luz del sol.
El responderá: “si amor, lo que desees”; hecho que da al paso 3 y uno de los mas irracionales en términos de comprensión: “Ay pero ¿al cine?, y tu ¿no opinas?, ¿no puedes sugerir algo?” (…)
Definitivamente no entiendo a las mujeres”, he aquí el ultimo paso de la discusión, un hombre con una leve confusión, un pequeño problema de entendimiento, de aceptación, de adaptación, de dejar que “fluya”, porque todo esto debería ser ya un orden jerárquico:
  1. El deseo
  2. El encuentro
  3. La pregunta
  4. La queja, la cara de “puchero”, el drama.
  5. El cambio de humor, del llanto a la risa… la picardía, sabe que lo jodió (y pasa al gran paso 6):
  6. “No entiendo a las mujeres”
Así de esta manera no tendría que surgir el dilema de confrontar, además las horas del vestuario de la mujer, el peinado, y los zapatos. Avisarle a mamá la hora de llegada, pensar en que “seguramente va a querer llevarme a un hotel”.

Entonces si todo es tan estándar, ¿Por qué aun los hombres no comprenden a las mujeres?

El asunto de "No entiendo a los hombres" es otro cuento en tránsito.